lunes, 10 de octubre de 2011

Un Evangelio Reformado, Paul Washer

Evangelio

Lucas 24:46-47

El Evangelio que prevalece hoy en día raramente es realmente un Evangelio. Es una versión barata y diluida, pero no bueno para edificar el Reino de Dios. Lo que declara sobre el hombre es tan cuidadoso que no ofende a nadie. Lo que declara de Dios es tan limitado que no molesta a nadie. Lo que demanda es tan poco que resulta en pequeñas convicciones, no causa un apartarse del pecado y no hace un llamado a la vida comprometida. Si el Cristianismo se ha de recuperar de esta enfermedad que la ha postrado en cama, entonces debe primero recuperar el evangelio que fue una vez predicado por Jesucristo y los apóstoles. Debe recuperar el evangelio que siempre es gratis, pero nunca barato. Debe aprender un Evangelio que es más que una decisión humana, y que en cambio es el gran poder de Dios. Debe predicar un Evangelio que no sólo tiene el poder para a todos los que lo abrazan, sino que también tiene el poder de transformar a todos los éste haya abrazado.

EL EVANGELIO DE HOY

El evangelio de hoy puede ser fácilmente reducido a “Cinco Leyes Espirituales”. Y son como sigue:

(1) Dios nos ama y tiene un plan maravilloso para nuestra vida.

(2) Hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios.

(3) Cristo murió por nuestros pecados.

(4) Debemos hacer una oración de fe y pedir a Cristo que venga a nuestro corazón y nos salve.

(5) Si pedimos con fe, entonces podemos estar seguros que somos salvos. Si en algún momento dudamos de nuestra salvación, entonces simplemente debemos recordar el tiempo en el que hicimos aquella oración de fe y ver nuestra salvación como un hecho.

Antes de que sigamos, debe decirse que este método de “compartir” el evangelio ha sido usado para dar a conocer a Cristo a millones de personas y ha resultado en la salvación de algunos. También debemos decir que los cristianos que realizan esta presentación del evangelio son mil veces más útiles para Dios, que el que conoce bien el evangelio, pero no tiene pasión por compartirlo. Sin embargo, esto también debe ser entendido que no es por esa presentación del evangelio que las personas han sido salvadas, sino a pesar de esa presentación. Hay grandes defectos en la presentación del Evangelio y estás deben ser corregidas si el Evangelio ha de recuperar su gloria y poder.

UN EVANGELIO CENTRADO EN EL HOMBRE

El evangelio de hoy comienza con el hombre, claramente poniéndolo en el mismo centro del universo como un ser invaluable por quien Dios vaciaría todo los cielos para obtenerlo. Esto simplemente no es verdad. Es Dios quien está en el mismo centro del universo, y sólo Él tiene valor infinito e intrínseco. Por el otro lado, el hombre es un desertor en el universo, un rebelde aborrecedor de Dios que ha declarado guerra a Su Soberano, un traidor que desea que el trono de Su Rey, una criatura que desea usurpar la gloria de Su Creador, un instrumento creado para adorar que busca ser adorado en lugar de Dios.

El Evangelio Verdadero no comienza con el valor del hombre o el maravilloso plan de Dios para el hombre. El Verdadero Evangelio comienza con una declaración del valor de Dios y Su gran interés por Su propia gloria. El Evangelio comienza en Dios gen 1.1 “en el principio Dios…”.

En lo que hemos escrito hasta ahora, no estamos intentando disminuir ni empequeñecer el amor de Dios. De hecho, decimos que el amor de Dios es tan infinito que va más allá de cualquier intento humano de definirlo y medirlo. Lo que estamos intentando hacer es poner lo primero, primero. Lo que decimos es que el hombre existe para Dios, y no Dios para el hombre. Y que el hombre no es el tesoro del universo, sino Dios. Y lo que Dios hace, no lo hace principalmente por el hombre, sino por Él mismo y por Su propia gloria y por el amor que Él tiene por Su propio nombre.

Hoy en día frecuentemente se argumenta que seria egocéntrico e incluso egoísta por parte de Dios hacer todo lo que Él hace principalmente para Él mismo y por Su propia gloria. Pero es absurdo pensar de esa manera. Como cristianos que creen la Biblia, ¿Cómo diríamos que es un hombre que le atribuye a algo más valor que a Dios o cuando un hombre relega a Dios a un segundo lugar en su vida? Le llamaríamos idolatría, ¿cierto? Pero, ¿Por qué? Porque hay una regla en Las Escrituras y en la misma gran estructura de la Creación que declara que Dios está por encima de todas las cosas y que todas las cosas existen para Él. Las Escrituras correctamente declaran:

Romanos 11:36

Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

Dios legítimamente hace todas las cosas para Él, por Su propia gloria y por el amor que el tiene de Su Propio Nombre. Si esto fuera de otra manera, Dios fuera culpable de idolatría y el universo sería un caos. A la luz de lo que ha sido dicho, deberíamos cambiar la primera “ley espiritual” del evangelio de hoy en día: “Dios nos ama y tiene un plan maravilloso para nuestra vida”, por: “Dios es el Creador y Señor del universo y está infinitamente interesado por Su propia Gloria.

UN EVANGELIO PARA EL ENFERMO

La segunda de las “leyes espirituales” del evangelio de hoy dice que “hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios”. El problema con esta ley no es que sea incorrecta, sino que no va suficientemente lejos. Nosotros no solamente hemos pecado, sino que somos pecadores. No solamente hacemos cosas incorrectas, sino que somos incorrectos. El Evangelio no es buenas noticias para el enfermo o para el que se está muriendo. El Evangelio es buena noticia para el que está muerto.

Efesios 2:1 “…cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”

Frecuentemente se predica que el hombre es como un enfermo en su lecho de muerte que puede hacer poco para salvarse, Dios es el doctor y el Evangelio es la medicina. Dios permanece ante el hombre enfermo con una cuchara llena de medicina y espera para dársela, pero el hombre debe dar el primer paso. Debe responder al deseo de Dios de salvarlo y esto lo hace abriendo su boca para recibir la medicina. Esto es absurdo. Las Escrituras no dicen que el hombre es pecador-enfermo sino pecador-muerto. Un hombre muerto no puede responder a ningún mensaje no importa cuan cariñoso o sincero sea, y el hombre pecaminoso no puede ni dará el primer paso de modo que Dios haga el resto. La salvación no es la decisión del hombre de aceptar la ayuda de Dios, sino el poder de Dios por el cual el pecador es resucitado y recibe gracia para arrepentirse de sus pecados y creer para que de esa manera sea salvo.

En el evangelio que predicamos, debemos no solo decir que el hombre ha pecado, sino que es pecador, muerto espiritualmente, con la buena voluntad necesaria para obedecer a Dios estando corrompida y totalmente destituido de esperanza excepto de la misericordia de Dios. Debemos enseñar que a menos que Dios obre en favor del hombre, el hombre morirá en sus pecados y pasara la eternidad bajo la retribución divina. Debemos hablar de la gran necesidad que el hombre tiene de Dios y de la urgencia de clamar al Dios de misericordia para que Él haga por ellos lo que ellos no pueden hacer.

A la luz de lo que ha sido dicho, quisiéramos cambiar la segunda “ley espiritual” de “Hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios.” por “Somos pecadores, corruptos en naturaleza y acciones, estamos espiritualmente muertos, bajo la justa condenación de Dios y totalmente dependientes de Su misericordia.

UN EVANGELIO INEXPLICADO

La tercera de las “leyes espirituales” del evangelio de hoy en día es “Cristo murió por nuestros pecados”. Como en el punto anterior, este definitivamente no es incorrecto, pero es frecuentemente demasiado olvidado y no totalmente explicado. Cuando predicamos el evangelio, también debemos enseñar. La muerte de Cristo va a significar muy poco a los pecadores a menos que se dé una adecuada explicación de por qué y cómo Cristo murió. El hombre perdido necesita más que unos pocos clichés cristianos, él necesita conocer algo sobre Dios. Hoy en día oímos mucho de educadores seculares y sociólogos hablar sobre la “caída de valores”, pero parece que este mismo mal ha arribado a la Iglesia. Así es que piensa la iglesia de hoy:

“Estamos convencidos de que la teología y la doctrina no tienen lugar en la vida cristiana y que lo realmente enseña doctrina o se refiere a la teología en nuestra predicación a los perdidos solo entorpecerá el mensaje.”

Hemos intercambiado las grandes verdades del mensaje del Evangelio por pequeñas historias, divertidas ilustraciones y nuestro testimonio personal. Por favor, no me malinterprete, no estoy en contra de nada que ayude a comunicar el Evangelio a los hombres, pero cuando los medios se convierten en el mensaje y el mensaje no es comunicado, se comete un grave error. Lo que Dios ha hecho en mi vida no es lo importante. Lo que es de suma importancia es lo que Dios ha hecho en Cristo a través de Su vida y Su muerte. Debemos dar a entender a los perdidos que lo que es de “primera importancia” es que Cristo no sólo murió por nosotros, sino que vivió una vida perfecta para nosotros, que Él llevó nuestros pecados en la Cruz y fue hecho pecado en nuestro lugar, que Él sufrió la condenación de Dios por cada ley de Dios que hemos roto, que Él murió en nuestro lugar, separado de la comunión con Dios y aplastado bajo el peso de la ira de Dios, que Su muerte pagó la deuda de nuestro pecado antes Dios y proveyó la salvación de Su Pueblo, que Su perfecta vida proveyó para nosotros un regalo de justicia por la cual podemos estar ante Dios como “verdadera justicia de Dios en Cristo”.

2 Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Otro problema asociado con nuestra superficial enseñanza de la Cruz es que no hay suficiente énfasis en la resurrección. Debemos entender que un evangelio que no ofrece salvación debido a la resurrección en sí, no es para nada un evangelio. Si Cristo no resucitó, aun estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Cualquier hombre puede morir en un madero, pero sólo Dios puede resucitarlo. Es la resurrección que hace que la historia de la Cruz sea Evangelio (Buenas Noticias) y es la resurrección la que preserva a la historia de la Cruz de ser una tragedia de solamente otro héroe con buenas intenciones que murió para nada. Es creer en la resurrección lo que separa a los fieles de los infieles.

Cuando predicamos el evangelio, debemos proclamar con gran gozo y convicción que Uno que obtuvo perdón a través de Su muerte se levanto de la tumba y vive para siempre. ¡Nosotros vivimos, porque Él vive; podemos morir en esperanza, porque Él murió por nosotros; resucitaremos, porque Él resucito! ¡Este es el Evangelio!

UN LLAMADO NO-BÍBLICO

La cuarta de las “leyes espirituales” del evangelio de hoy es que “al escuchar el evangelio los pecadores deben hacer una oración de fe y pedir a Jesús que venga a su corazón para que los salve. Si la persona pide con fe, entonces puede estar segura de que ha sido salvada.

El problema con esta “ley espiritual” es que, precisamente, es no bíblica. No quiero ser irrespetuoso y seguramente no quiero mostrar mi limitado conocimiento de Las Escrituras, pero no puedo encontrar en Las Escrituras donde alguien guió a una persona en oración para aceptar a Jesús.

Romanos 10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Muchas veces Romanos 10:9-10 es usado para defender este camino hacia la salvación, pero esto no es una referencia de guiar a alguien en la oración del pecador, sino una referencia de simplemente depositar la fe en Jesús. Otras veces, es usado Apocalipsis 3:20 para defender este modo de invitar a Cristo al corazón:

Apocalipsis 3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Pero este pasaje no está ni cerca de referirse a Cristo estando a la puerta del corazón del pecador esperando ser invitado por él para que Cristo entre. Es una referencia de Cristo estando a la puerta de la Iglesia de la cual ha sido sacado a causa su orgullo, autosuficiencia e independencia. Después de compartir el Evangelio con un perdido, ¿debemos decirle que hacer?

Debemos simplemente hacer lo que hizo Jesús y lo que los profetas hicieron, y lo que hicieron los apóstoles que lo siguieron. Debemos amorosamente decirles, aun rogando, que se arrepientan y crean al Evangelio. Las Escrituras están llenas de estas invitaciones:

Marcos 1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Hechos 17:30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;

Hechos 17:31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

Hechos 20:21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Hechos 26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Como podemos ver claramente, hay dos temas en común a través de las invitaciones del Evangelio en Las Escrituras: arrepentimiento y fe. No estamos llamados a llamar a los hombres a que hagan una oración en la cual simplemente pidan que Jesús entre en sus corazones, estamos llamados a llamar a los hombres a que se arrepientan de sus pecados y crean en el Evangelio.

Hoy en día en la mayoría de las Iglesias Evangélicas, los hombres y mujeres perdidos, los niños y niñas son llamados a hacer una oración si quieren ir al cielo, cuando deberían ser llamados a que se arrepientan y confíen en Cristo como su Señor y Salvador. No es la oración la que salva, sino el arrepentimiento y la fe en cristo y su sacrificio. ¿Cuantos en el día de hoy no han sido guiados en la oración del pecador y se ha pronunciado salvación sobre ellos al momento de decir “amen”, y sin embargo que no se han arrepentido, ni creído, y sus vidas nunca han cambiado?

No sólo se les da una falsa seguridad, sino que la misma falsa seguridad los hace endurecerse a las verdaderas demandas del Evangelio. Ellos se apoyan en su oración como si esta fuera una formula mágica que les dará la entrada en el Reino de los cielos, y cierran sus oídos a la predicación del verdadero evangelio.

Las Escrituras declaran bastante claro que hay dos requerimientos para ser salvos que son el arrepentimiento y la fe, pero ¿que son estas cosas?

En Las Escrituras, el arrepentimiento involucra las emociones y la voluntad. El arrepentimiento involucra las emociones en la cual se sentimos pesar por nuestro pecado. Esto puede ser visto en las palabras de Pablo a la iglesia de los corintios:

2 Corintios 7:9 Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.

2 Corintios 7:10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.

El verdadero arrepentimiento que lleva a la salvación involucra las emociones en las cuales hay culpa en el corazón del pecador por hacer algo que rompió la Ley divina, ofendió a Dios y está en peligro de la ira eterna. Esta culpa es tan genuina y tan profunda que toca la voluntad del pecado y lo obliga a cambiar de la incredulidad a la fe, de la apatía al interés, del odio hacia Dios al amor a Dios, de la idolatría a la alabanza, de la rebelión a la sumisión voluntaria, de la desobediencia a la obediencia.

El arrepentimiento es una cosa poderosa que va más allá de la capacidad del hombre. De hecho, el arrepentimiento causa un cambio tal en el pecador que esto solo puede ser atribuido a la gracia de Dios obrando en la conversión. En Ezequiel 36:26-27, Dios describió el arrepentimiento de la siguiente manera:

Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Ezequiel 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Después de leer este texto, ¿hay alguna duda de que el arrepentimiento que guía a la salvación involucra un cambio radical que es desde el comienzo y hasta el final una obra de Dios, y que sin dicho arrepentimiento no hay salvación?

El verdadero arrepentimiento es una obra de Dios y este va siempre acompañado de fe en las promesas de Dios. Sin embargo, en la salvación el hombre no solo se arrepiente, sino que también cree. La verdadera fe no es tan complicada como algunas veces hacemos que esta sea. La fe es simplemente creer que algo es así, porque Dios ha declarado que es así. Este es el significado de Hebreos 11:1,

Hebreos 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

El hombre que ha creído para salvación es el que espera la salvación y la considera como un hecho, aunque no pueda verla. O, para usar el ejemplo de Abraham en Romanos 4:21, la fe es estar completamente persuadido de que Dios tiene el poder sobre la salvación que Él ha prometido a través de Su Hijo unigénito.

Romanos 4:21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;

Mi querido amigo cristiano, muchas han sido salvos mientras oraban la oración del pecador, pero no por causa de sus palabras o la petición, sino por causa de Dios dar el arrepentimiento y fe, las cuales fueron puestas en nuestros corazones como un resultado de la conversión. De la misma manera, muchos han sido guiados a una falsa seguridad de salvación porque dijeron las palabras correctas, pero la conversión así como el arrepentimiento y la fe que florecen por este, estaban ausentes. A la luz de lo que ha sido dicho, quisiéramos cambiar la cuarta ley espiritual de invitar a los pecadores a realizar la oración del pecador” a “rogarles que se arrepientan de sus pecados y se vuelvan a Dios a través de la fe en Cristo”.

UNA FALSA SEGURIDAD

La quinta y ultima ley espiritual” del evangelio de hoy toca el tema de lo que es comúnmente llamado seguridad eterna. La ley es algo así:

“Si alguien que ha repetido la oración del pecador alguna vez duda de su salvación, entonces debe simplemente volver al tiempo en que hizo la oración y afirmar que su salvación es un hecho.”

Algunas veces al nuevo converso se le dice que debe escribir el día de su conversión en la tapa de su Biblia de modo que si alguna duda lo asaltase, el pueda asegurarse, al abrir su Biblia y mirar la fecha de su conversión, que ésta se realizó. Esto es absurdo y no-bíblico. De hecho, es una peligrosa herejía que ha llevado a muchos al camino de destrucción. La seguridad de salvación no viene de recordar el día en que hicimos una oración, sino de una adecuada evaluación de la vida de nuestra vida a la luz de Las Escrituras para ver si hay existencia de evidencia bíblica de salvación.

Cuando Pablo trató con la posibilidad de inconversos entre los Corintios, él no les dijo que recordaran el día en que hicieron “su oración” y tomaran la fecha de su conversión en las tapas de sus bíblicas; sino que les dijo que miraran sus vidas en el tiempo presente:

2 Corintios 13:5 Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?

Para encontrar seguridad, no estamos llamados a ver una fecha en el pasado, sino ver nuestras vidas en el presente. Debemos cuestionarnos a nosotros mismos y a nuestra profesión de fe. En las palabras de Juan el Bautista, ¿estamos dando frutos dignos de arrepentimiento?

Mateo 3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,

En las palabras de Pablo, ¿estamos probando nuestro arrepentimiento por nuestras obras?

Hechos 26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

O, en las palabras de Santiago, ¿es nuestra fe muerta porque no está acompañada de obras?

Santiago 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.

En las palabras de Pedro, ¿es nuestro conocimiento de Dios ineficaz e infructuoso?

2Pe 1:8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

A la luz de lo que ha sido dicho, deberíamos cambiar la quinta “ley espiritual” de “decirle a aquellos que dudan de su salvación que miren al día en que hicieron una oración” a “decirles que miren su vida presente a la luz de las Escrituras. Si no ha habido cambio, ni conformidad de sus vidas a las Escrituras, ni genuino celo o amor por Dios, entonces no pueden estar seguros de haber sido salvados.”

LAS CINCO LEYES ESPIRITUALES REFORMADAS

Para concluir este breve articulo del evangelio y de su predicación a los perdidos, presentaremos las cinco leyes espirituales como son comúnmente compartidas y como las hemos reformado.

(1) Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida.

Dios es el Creador y Señor del Universo y está infinita infinitamente preocupado por Su Gloria.

(2) Hemos pecado y nuestro pecado nos separa de Dios.

Todos los hombres son pecadores, depravados en su naturaleza y obras, espiritualmente muertos, bajo la justa condenación de Dios y totalmente dependientes de Su misericordia.

(3) Cristo murió por nuestros pecados.

Cristo vivió una vida perfecta para nosotros, llevo nuestros pecados en la Cruz, y sufrió la condenación de Dios por cada Ley de Dios que hemos roto. Él murió en nuestro lugar, separado de la comunión con Dios y aplastado bajo el peso de la ira de Dios. Su terrible muerte pago la deuda de nuestro pecado y proveyó la base de nuestra salvación. Su resurrección y perfecta vida nos proveyó un regalo de justicia por el cual podemos están ante Dios como verdadera justicia de Dios en Cristo.

(4) Debemos hacer una oración de fe y pedir a Cristo que venda a nuestro corazón y nos salve.

El hombre se debe arrepentir y creer en el Evangelio. El arrepentimiento es una tristeza genuina un dolor por el pecado y un temor del juicio que resulta en un volverse del pecado y acercarse a Dios. La fe es la confianza sencilla de que Dios tiene el poder y la buena voluntad de darnos la salvación que el ha prometido a través de Su Hijo unigénito.

(5) Si hicimos la oración con fe, entonces podemos estar seguros que somos salvos. Si dudamos de nuestra salvación, entonces simplemente debemos recordar el tiempo en el que hicimos aquella oración de fe y ver la salvación como un hecho.

Si una persona duda de su salvación, debe examinar su vida a la luz de las Escrituras. Si no ha habido cambio ni conformidad en su vida a las Escrituras ni genuino celo o amor por Dios, entonces la persona no puede estar segura de que ha sido salvada.

El evangelio falso: No hay un cambio de conducta ni de opiniones

L. R. Shelton, Jr.

1921-2003

“Fe muerta”

El nuevo evangelio que hoy ha surgido, le permite al hombre seguir viviendo la misma vida impía e incrédula de antes a la vez que profesa ser cristiano. A pesar de la vida pecaminosa que lleva y a pesar de la condición perversa de su corazón, mantiene un cierto cascarón o forma externa de religiosidad. Es posible que hasta asista a los cultos, que lea su Biblia, que participe de la Cena del Señor, y hasta enseñe en la escuela dominical o predique en el púlpito –pero no posee nada real o vital porque Cristo no está en él. ¡No ha habido ningún cambio vital en su corazón por obra del Espíritu Santo!

¿Te das cuenta que este evangelio nuevo niega el poder de la gracia de Dios para romper el poder del pecado en la vida del pecador a través de la salvación y para mantener al alma redimida en el camino de la justicia y de la santidad auténtica? Por el hecho de no conocer este poder, el cristiano carnal se rinde ante la lascivia de la carne disfrazada de “libertad”, y sigue produciendo los mismos frutos de la carne que producía antes de manifestar su decisión de seguir a Cristo o de hacer su profesión de fe. Su profesión de fe no es más que una delgada capa, un endeble revestimiento de cristianismo, no posee el poder vital, dador de vida, que libera al pecador para seguir a Cristo en una vida de renunciamiento y santidad.

“La fe sin las obras es muerta” (Santiago 2:26). Nuestro Señor le dijo a la iglesia en Sardis: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Apocalipsis 3:1). Efectivamente, el cristiano carnal todavía está espiritualmente muerto, y aunque su pastor trate de llevarlo al cielo con su pura predicación ante su ataúd, ¡va a parar al infierno! Éstos son los que Pablo describe en 2 Timoteo 3:5: “Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”. Los que enseñan este evangelio falso nada saben acerca del poder de nuestro Dios todopoderoso para salvar, romper el poder del pecado y librar al alma cautiva, de modo que ande en una vida nueva en Cristo, la cual es una vida de santidad. Por eso, sus convertidos producen los mismos frutos que se mencionan en los versículos anteriores de 2 Timoteo 3, a saber: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”.

Frutos del verdadero evangelio

Primero, vemos que los frutos que produce el verdadero evangelio en el corazón del hijo de Dios, se manifiestan cuando los comparamos con la semejanza de Cristo. El poder del evangelio obra en la vida del creyente que se ha arrepentido y ha creído, y, en consecuencia, esto lo ha librado del poder y la tiranía del pecado y ha producido en él, el reinado de justicia. Debido a esto, el alma redimida puede andar en una vida nueva por medio del Espíritu Santo que mora en él. El hijo de Dios es transformado a la semejanza de Cristo cuando el Espíritu Santo produce una vida cambiada de santidad, y, por consiguiente, esto lo separa de la vida de pecado, y lo aparta para el uso de Dios. Todo esto es efectuado por el poder del Espíritu Santo, que se denomina santificación progresiva (2 Corintios 3:17, 18). Vemos ahora que el fruto del Espíritu Santo es producido en el alma redimida tal como lo describe Gálatas 5:22; “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. También, por su poder divino se le conceden “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:4). Y el poder de Dios nos guarda a cada uno por medio de la fe para salvación hasta el momento en que nos lleve a estar con nuestro Señor para siempre jamás (1 Pedro 1:4).

Ya ves, todo lo que necesitamos para toda la eternidad lo recibimos en Cristo, y la fe recurre a la Palabra de Dios que es fiel y vence diariamente al pecado, a Satanás y al mundo: “Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). ¡Tales son los frutos producidos por el verdadero evangelio en el corazón de los hijos de Dios!

Su comportamiento es incorrecto

Consideremos ahora los frutos de los que han sido engañados por el evangelio falso del cristianismo carnal según los describe 2 Timoteo 3. Primero, veremos que su comportamiento es incorrecto. Segundo, veremos que sus opiniones son erróneas. Y, tercero, veremos que hasta sus afectos son erróneos. El versículo 1 nos dice: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”. Luego, los versículos 2-4 nos describen los frutos de este evangelio falso del cristianismo carnal. ¿Cómo lo sabemos? Porque en el versículo 5 aparecen estas palabras sorprendentes acerca de las personas que los versículos anteriores describen como teniendo una “apariencia de piedad”, pero que niegan su eficacia. Y nos amonesta que los evitemos.

Sí, parece raro que se utilice una palabra como piedad en relación con la clase de persona descrita en estos versículos, hasta que nos damos cuenta que el Espíritu Santo se está refiriendo a los que tienen sus nombres en la lista de miembros de alguna iglesia. ¡Tienen una “apariencia de piedad” pero son paganos disfrazados de cristianos! Por lo mismo, vemos que su comportamiento es incorrecto.

“Blasfemos”

La Biblia dice que son blasfemos, es decir, su manera de hablar es abusiva y sucia. ¿No describe acertadamente esto la manera de hablar en nuestra época? ¿No abundan las palabras groseras entre los que afirman ser salvos? ¡Sí, oímos por todas partes mentiras, blasfemias y malas palabras dichas por supuestos cristianos! ¿Revela esto la verdadera condición de muchos corazones? ¡Sí, porque “de la abundancia del corazón habla la boca”! (Mateo 12:34). Cuando nos salva, el Espíritu purifica nuestro corazón, librándonos de ser blasfemos.

“Desobedientes a los padres”

Luego se describen como desobedientes a los padres. Nunca hemos vivido en una época cuando haya abundado tanto este pecado. Efectivamente, es evidente por todo el mundo. Los niños y jóvenes no hacen caso al quinto mandamiento que dice: “Honra a tu padre y a tu madre”, ni escuchan el consejo que Pablo nos da en Efesios 6:1-3: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. No obstante, cuando los niños y jóvenes rebeldes contra sus padres manifiestan haber aceptado a Cristo, les dicen que son salvos, por el mero de haberlo manifestado.

Quiero decirte algo aquí mismo: que ningún niño o joven así es salvo, sino que está perdido; porque cuando Dios salva a un alma, rompe el poder del pecado y el espíritu de rebeldía en su corazón y en su vida. Y Dios no salva a los niños en una forma distinta que a los adultos y ancianos: siempre lo hace por medio de su Espíritu Santo. Éste los tiene que despertar para que vean su condición perdida, porque Cristo vino a salvar lo que se había perdido. Por eso tengo que advertirte y decirte la verdad con amor: Cada niño y joven que Dios ha salvado, ha recibido el espíritu de obediencia.

“Ingratos”

Luego vemos en nuestro texto que estos convertidos al cristianismo carnal son “ingratos”. Este siglo se caracteriza por la ingratitud, y ésta se manifiesta aun entre los que profesan ser salvos. La mayoría de los que profesan ser cristianos en la actualidad no reconocen ni la bondad de Dios ni del prójimo, y no valoran nada. Mientras todo les vaya bien no les importa Dios; en cambio, le echan la culpa cuando algo les sale mal. Este es un pecado que caracteriza nuestros días. ¿Por qué existe esto entre los supuestos cristianos? Porque han negado la eficacia del poder de Dios en la salvación para romper el poder del pecado. Han predicado y escuchado un evangelio que los deja pecar, pero no han escuchado el evangelio de gracia de Cristo que enseña la liberación de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Ser agradecidos es un fruto del Espíritu y debe ser una práctica del pueblo de Dios cada día y cada hora. Tenemos mucho por lo cual darle gracias a Dios. ¡Nuestra vida está llena de una liberación tras otra, de una orientación providencial tras otra, lo cual debería hacer brotar oraciones de gratitud a nuestro Dios viviente! El Señor nos exhorta a dar “gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15). Así, pues, la ingratitud es un fruto de la carne que caracteriza al hombre carnal.

“Impíos”

Otro vocablo que aparece aquí para describir el fruto de los que sostienen esta doctrina falsa del cristianismo carnal es la palabra impíos, que significa irreverentes. Sin lugar a dudas, esta es una de las características más preponderantes de estos últimos días. Una irreverencia hacia la Biblia, hacia Cristo, hacia Dios y hacia todo lo sagrado. Todos estos son tema para muchos chistes, y algunos supuestos cristianos son los que más se ríen de ellos. ¿Por qué? Porque no tienen ningún concepto de lo que es el pecado, ni aman a Dios, ni a su Palabra ni a su Cristo. Todos tienen una apariencia de piedad pero han negado rotundamente la eficacia del poder de Dios en su evangelio para salvar, liberar y guardar del pecado. Por otro lado, si hay una palabra para caracterizar a un hijo de Dios, es la palabra “santo”, o sea una persona santa, que está siendo transformada a la imagen y semejanza de Cristo. Esta es la razón por la cual Dios nos salva: para hacernos santos como Cristo (Efesios 1:4; Romanos 8:29; 2 Corintios 3:17, 18).

“Traidores”

La próxima palabra usada para describir el fruto de estos cristianos carnales es traidores. Esta palabra, aquí significa empecinados, o sea, aquellos que van a lograr sus fines, sin importarles lo que han prometido o el voto que han tomado. Van a seguir su propio rumbo sin importarles el costo, afirmando que el fin justifica los medios. Y, ¿a dónde puede ir uno hoy para encontrar un hombre que da su palabra y la cumple? Mi querido amigo, mi querida amiga: ¿cómo has cumplido esas promesas que hiciste al contraer matrimonio? ¿Has roto tus promesas y votos matrimoniales siendo infiel a tu cónyuge? El pecado del adulterio está descontrolado en al actualidad, y esto es romper los votos matrimoniales. Así que si eres culpable de este pecado, ¡estás marcado ante Dios como un traidor!

“Calumniadores”

La próxima expresión utilizada para describir el fruto de estos cristianos carnales es calumniadores. Esto describe a la persona que anda criticando a los demás, perjudicándolos sin intentar averiguar si lo que están diciendo es cierto o no. O podríamos llamarla chismosa, o sea alguien que comienza rumores sobre otro para su propia satisfacción. Pero mi amigo, ¡puedes estar seguro de que si ese es tu pecado tarde o temprano saldrá a luz! Dios aborrece al chismoso, y declara que castigará a los que siembran discordia entre los hermanos (Proverbios 6:16-19; Filipenses 2:3). A pesar de esto, los que enseñan este evangelio falso del cristianismo carnal afirman que lo que peca es sólo la carne: “No te preocupes, ¿acaso no manifestaste tu decisión de aceptar a Cristo?” Dicen: “Tu salvación es segura, y todo saldrá bien. Es cierto que quizá pierdas alguna recompensa del milenio o eternal, pero eso no tiene importancia, ¿no es cierto?” Pero Dios dice de semejante evangelio y de semejante gente: “a éstos evita”.

“Intemperantes”

También vemos en 2 Timoteo 3:3, que estos falsos profesantes son intemperantes, lo cual quiere decir sin dominio propio. Entonces, todo les es lícito: el licor, el vino, la cerveza, el sexo o los placeres: “Si quiero hacerlo, déjame hacerlo. Soy salvo y estoy bajo la gracia” o “Déjame desahogarme y perder los estribos, o dar rienda suelta a mi cólera, porque en realidad no importa ya que tengo libertad”. ¡Sí, la libertad para ir al infierno! Querido amigo, la libertad que Dios nos da es la libertad para andar en santidad; y el fruto contrario a lo que estos cristianos carnales intemperantes producen es el fruto del Espíritu llamado “templanza”. Esto es tener dominio propio, y conducirnos con mansedumbre y bondad.

“Crueles”

Además el texto describe a estas almas engañadas como crueles. Esto significa salvajes, especialmente con la lengua, causando heridas que quebrantan el corazón, destruyen las esperanzas y arruinan vidas. Pero, ¿cómo puede profesar ser salvo el que ataca a su madre o hermana o pastor encarnizadamente porque lo hayan contradicho? Si así es tu corazón y tu lengua, no eres salvo. Has sido engañado por el evangelio del cristianismo carnal y nada sabes de Cristo y su amor, porque el Espíritu Santo no ha derramado su amor en tu corazón. Necesitas nacer de nuevo, necesitas un corazón nuevo y una naturaleza nueva.

Cuando Dios te salva, rompe el poder del pecado en tu vida. Te da un corazón nuevo para amarlo a él y para amar a tus prójimos. Te da su naturaleza divina para poder adorarle en Espíritu y en verdad. Te da la mente de Cristo, para que sigas en pos de la justicia y la santidad auténticas. Te da su Espíritu para que more en ti, para que te llene y sobreabunde, y para obrar en ti la gloriosa y maravillosa salvación de Dios por la fuerza de su poder. Tendrás nuevos deseos, nuevas esperanzas, ambiciones nuevas y hasta una vida nueva. “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Nos dice Tito 3:3, 4: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias, y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador” dejamos atrás la vida anterior, y ahora andamos en vida nueva en Cristo Jesús. Ahora, por su gracia, sometemos nuestros miembros como instrumentos de justicia para Dios. ¿Por qué? Porque nos ha redimido por medio de su amor maravilloso, de su sangre y poder. Nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, dándonos la libertad de seguir a Cristo en la libertad del evangelio de gracia. ¡Ahora tenemos un cántico nuevo y una alabanza nueva para nuestro Dios, quien nos ha sacado del fango del pecado y nos ha dado odio por el pecado y por nuestro yo, por el mundo y por Satanás, y nos ha colocado sobre la Roca, Jesucristo!

¡No te dejes engañar por el dios de este mundo creyendo que puedes ser acreedor al cielo mientras permaneces ligado a tus pecados y a tus costumbres aborrecibles! Tu única esperanza, si aceptaste este evangelio falso, es hacer frente honestamente a tu verdadera condición y, arrepentido, deponer tus armas de rebelión y volverte a Cristo con fe, rogándole que tenga misericordia de tu alma eterna, por los méritos de su obra redentora en ti.

“Traidores” e “impetuosos”

Otro de estos frutos del cristianismo carnal en 2 Timoteo 3 es traidores. Esto significa que el que profesa ser religioso pero no es convertido, es traicionero, no es digno de confianza y no respeta la verdad, y, por lo tanto, niega la verdad de la gracia redentora. Esta palabra describe a los que no tienen ningún sentido de lealtad hacia Cristo, ni hacia su causa, ni a su evangelio verdadero, ni a su iglesia (su pueblo verdadero). Sólo son leales a su “yo”.

La próxima expresión es la palabra impetuosos, que significa obstinados, temerarios; son los que siempre quieren hacer lo que se les da la gana. ¡Aquí vemos una vez más el resultado del falso evangelio de cristianismo carnal, que dice que esta clase de persona es salva! Es la que toma las riendas y hace caso omiso a lo que es justo, a los derechos de los demás o a las consecuencias de sus acciones. Lo más importante, es que se haga todo como él quiere, cueste lo que cueste. ¡Cuántas personas impetuosas hay en la cristiandad hoy, quienes nunca tienen en cuenta a Dios en sus vidas! Su voluntad nunca ha sido quebrantada, y nunca han confesado su culpa por su condición delante de Dios. Por lo tanto, nada saben de Cristo y su salvación.

¡Qué cuadro tan penoso muestra 2 Timoteo 3 al enunciar los frutos que proliferan en la actualidad, que son producidos por este evangelio falso del cristianismo carnal anunciado desde tantos púlpitos! “Con tal que hayas tomado tu decisión, con tal que hayas pasado al frente cuando se extendió la invitación en el culto, y le hayas dado la mano al pastor, o con tal que te hayas hecho miembro de la iglesia, o aun si levantaste la mano para que oraran por ti o si recitaste la oración del pecador, ahora todo está bien y puedes estar seguro del cielo, no importa la vida que lleves de aquí en adelante”. ¡Y el poder del pecado no está roto, así que puedes darle rienda suelta a la naturaleza vieja porque no puedes hacer otra cosa! Oh, sobre qué fundamento falso confían las pobres almas, ignorando que no han puesto a Cristo como la piedra angular en sus corazones, ni el poder de Dios ha obrado nunca en sus corazones.

Sus opiniones son erróneas

Pero estas diez palabras y expresiones no son todo lo que se presenta aquí para describir al cristiano carnal inconverso. Hay más, y las describiremos diciendo que sus opiniones son erróneas. Efectivamente, si su comportamiento es incorrecto lo son también sus opiniones.

En primer lugar, vemos que su opinión de sí mismos es errónea. Según 2 Timoteo 3:2, son vanagloriosos, o sea que se jactan de lo que hacen y de lo que son. La palabra los identifica como orgullosos que se creen mucho, que están llenos de sí mismos y que se alaban a sí mismos. Al mundo le encanta esto, y lo aplaude, pero es justamente lo contrario a un espíritu semejante a Cristo, que es humilde, contrito, altruista y considera a los demás mejores que él.

Además, tienen opiniones erróneas porque son orgullosos. También les cabe la palabra “altivos”, porque describe a los que desprecian a los humildes. Hemos de recordar que el Espíritu Santo no está describiendo aquí al mundo, sino a los que han adoptado el cristianismo y dicen ser salvos, pero por sus palabras y sus hechos niegan el poder del verdadero evangelio para salvarlos. ¡Qué condición espantosa! Estas pobres almas engañadas “siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” de que son pecadores perdidos, indefensos y culpables delante de Dios. Siempre están leyendo libros, tratados y folletos sobre la vida cristiana o la vida del Espíritu, y siempre están leyendo sobre cómo vencer la depresión, las preocupaciones, el enojo y cómo llevarse bien con los demás. Pero nada les sirve porque nunca han llegado a conocer la verdad de que Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes (1 Pedro 5:5). No saben que son culpables delante de Dios como pecadores indefensos que sólo merecen el infierno.

Siempre andan de aquí para allá, investigan esta o aquella verdad o grupo, prueban distintos métodos, escuchan a este predicador y al otro, y aprenden todo lo que sea una nueva profecía, pero nunca pueden llegar a comprender que todos sus problemas proceden de un corazón duro y contumaz que no ha sido quebrantado. Están edificando su casa sobre la arena, y nada saben de Cristo, la Piedra Angular, que debe morar en sus corazones. Éstos nunca han sido regenerados por el poder del Espíritu Santo, nunca han nacido de Dios de modo que pertenezcan a la familia de Dios. ¡Qué cosa terrible, amigo, que te cuentes entre los que “siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad”!

Vemos también que sus opiniones son erróneas porque se los describe como infatuados. Están enamorados de sí mismos, totalmente convencidos de su propia importancia. Su vida es como la del fariseo en Lucas 18, puro “Yo, yo, yo, yo, yo, yo”. Efectivamente, en sólo dos versículos el fariseo declaró de cinco distintas maneras la elevada opinión que tenía de sí mismo. Su vida entera giraba alrededor del yo, y no de Cristo. Tal es la vida de los que se han dejado engañar por el evangelio falso del cristianismo carnal. Viven una vida egoísta, centrada en su “yo” y no en Cristo. Todo lo que hacen o dicen tiene la intención de centrar la atención en su ego.

Luego, vemos que la opinión que estas almas engañadas tienen de los demás se expresa en la frase: aborrecedores de lo bueno. Están en contra y hasta aborrecen a los que viven una vida santa en Cristo Jesús, a los que toman en serio y desean poner en práctica las virtudes enunciadas en Filipenses 4:8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Sí, es extraño, pero muy cierto, que los que quieren vivir piadosamente, padecerán persecución. ¿De quién? De los que profesan ser religiosos, pero nunca han sido salvos, sino que sólo tienen una apariencia de piedad. ¿Sabes por qué? Porque la vida del creyente santo condena al impío; el mero hecho de verlo se convierte en una reprensión contra su iniquidad. La pecaminosidad no aguanta tal santidad. Este odio hacia lo bueno, nace dentro de ellos, y sólo puede ser quitado por el nuevo nacimiento.

Aplicación

Pero aquellos que son nacidos de Dios son lo contrario, porque una de las características del verdadero hijo de Dios es el amor, el amor hacia los hermanos. “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14). Y Juan agrega: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7).

¿Te ha dado el Señor un corazón nuevo para poder amar a Dios y a tu prójimo? ¿O estás envuelto en el evangelio falso del cristianismo carnal que te deja seguir produciendo estos frutos de la carne en el nombre de la religión? Ciertamente, el Espíritu Santo te ha dado en 2 Timoteo 3, un espejo en el cual mirarte, y mi oración para ti, si te has dejado engañar por este evangelio falso, es que al mirarte, te veas tal cual eres, y que, por la gracia de Dios escuches su Palabra cuando te dice “a éstos evita” , y que, arrepentido, te vuelvas a Dios.

Si reconoces que has sido engañado, pídele a Dios que ilumine tu entendimiento para poder verte a ti mismo como un pecador culpable delante de él. Luego, al ser iluminado tu corazón con la luz del glorioso evangelio de Cristo, te sentirás humillado delante de Dios al verte como Dios siempre te ha visto. Entonces dejarás tus jactancias, y comenzarás a clamar a Dios que te vista en la justicia de Cristo. También, mientras el Espíritu Santo obra en ti para, en su iluminación, mostrarte tu corazón, y para que te humilles delante de él, te hará que te detestes a ti mismo y al pecado. No sólo te dará odio hacia el pecado, sino que también te dará el anhelo de ser liberado de su poder y tiranía. Y luego, ¡alabado sea su nombre! Mediante su poder efectuará una transformación, cuando te acerques de corazón y aceptes con fe al bendito Señor Jesucristo en toda su obra de redención. Sí, por medio del poder de la sangre de Cristo tu vida será transformada, y lo mostrarás con un arrepentimiento auténtico.

Arrepentimiento es dejar atrás

Los pecados que antes amamos,

Y mostrar que de veras nos arrepentimos

Al no cometerlos más.

¡Que el Espíritu Santo obre en ti la maravillosa salvación por medio de su poder incomparable, y te dé nuevos anhelos, nuevas esperanzas, nuevas ambiciones y una vida nueva! (2 Corintios 5:17).

¿Por qué debe el cristiano morir al pecado?

L. R. Shelton, Jr.

1921-2003

“Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos en él?” (Romanos 6:2). Ya hemos visto que todo el capítulo 6 de Romanos presenta la gloriosa verdad de la muerte del creyente al pecado y, por lo tanto, la liberación de su dominio, de su tiranía, de su reinado y de toda su influencia. Creo que la clave que nos comunica esta verdad se encuentra en Romanos 5:21: “Para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante, Jesucristo, Señor nuestro”. En el Señor Jesucristo, en cuya muerte fuimos bautizados, somos librados totalmente del pecado y de su poder.

Presta atención porque vamos a volver a enfatizar esta gran verdad eterna: El cristiano es uno que está en Cristo. Por el hecho de estar en Cristo, ha muerto con él, ha sido sepultado con él, ha resucitado con él, en él está vivo para Dios. Y debido a esta identificación con Cristo, el pecador arrepentido creyente, ha sido liberado del pecado –ha muerto al pecado.

¿Cómo hemos muerto al pecado?

Ahora surge la pregunta: “¿En qué sentido el creyente en Cristo ha muerto al pecado, habiendo, por lo tanto, sido librado de él?” Las Escrituras son claras al decir que no estamos libres de la influencia del pecado, y nos dice que el pecado influye sobre nosotros porque todavía tenemos pecado en la carne (Romanos 7:15, 19; 8:10). Ni tampoco estamos todavía muertos a la presencia del pecado (Romanos 7:21), ni lo estaremos hasta recibir nuestro cuerpo nuevo en la resurrección. Ni estamos libres de los efectos del pecado en esta vida, porque Romanos 7:24 y el Salmo 51:2 nos dicen que el pecado aún nos afecta, sigue siendo la plaga de nuestro corazón. Nuestro Señor nos enseñó a orar: “Perdónanos nuestros pecados” (Lucas 11:4), y nos ha dado 1 Juan 1:9 como nuestro confesionario y el Trono de Gracia al cual acudir (Hebreos 4:6) para hallar gracia en nuestra hora de necesidad.

¿En qué sentido estamos muertos al pecado? Las Escrituras enseñan claramente que estamos muertos al pecado como un amo que ejerce autoridad sobre nosotros, porque Cristo es nuestro Señor, y donde antes reinaba el pecado para muerte, reina ahora la gracia por la justicia (Romanos 5:21). Estamos muertos al pecado, con respecto a su culpabilidad, el pecado no nos puede condenar, pero estamos vestidos de la justicia de Cristo, lavados por la fe en su sangre, y nos presentamos delante de Dios completamente justificados de todo pecado. Nuestros pecados le han sido imputados a Cristo (Romanos 4:8). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Lo repetimos: vemos que ya no seguimos la corriente de este mundo (Efesios 2:2), como lo hacíamos cuando andábamos en tinieblas, sino que ahora somos luz y andamos como hijos de luz (Efesios 5:8). Ahora ya no consideramos el pecado como un amigo, sino un enemigo; ahora como hijos de Dios deseamos vivir según el Espíritu, y no según la carne.

No he dicho que creo que la Biblia enseña la perfección sin pecado, ni la erradicación de la vieja naturaleza en el creyente. Tampoco he afirmado que el creyente puede vivir sin pecado en esta vida, porque esto no es lo que la Biblia enseña. Lo repito: (1) El pecado ya no es nuestro señor, porque Cristo es nuestro Señor, y la gracia reina en nuestro corazón. (2) Estamos muertos a la culpabilidad del pecado, porque no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. (3) Estamos muertos al pecado como manera de vivir porque ya no andamos en oscuridad sino en la luz del Señor. (4) Estamos muertos al pecado porque ya no es nuestro amigo, sino nuestro enemigo. Por la gracia de Dios huimos del pecado.

¡Y esto es algo que hace Dios por cada alma que salva! Nunca debemos olvidarlo porque en esto radica nuestra esperanza, nuestra paz, nuestra seguridad y, sí, nuestra salvación que hemos recibido gratuitamente en el Señor Jesucristo.

Por favor no te canses de que siga repitiendo estas verdades de la gracia, porque lo hago por tu bien. Primero, para que, si eres realmente salvo, puedas saber lo que tienes en Cristo y te regocijes en él; o, si has sido engañado por el evangelio falso del cristianismo carnal, puedas, por la gracia de Dios, escapar del lazo del diablo (2 Timoteo 2:25, 26).

“Yo en ellos, y tú en mí”

¿Puede uno ser un cristiano justificado, y, no obstante, no ser libre del pecado? ¿Hemos de esperar esta libertad en alguna experiencia futura? ¿Podemos justificarnos diciendo, como dicen algunos: “Bueno, no soy yo, sino mi vieja carne la que peca”? ¿Podemos aceptar a Jesús como Salvador ahora y a la vez rehusar someternos a él como Señor hasta algún momento en el futuro? ¡Esto no puede ser! Tales enseñanzas no pueden estar en lo cierto por causa de nuestra unión con Cristo: en todo lo que él es, por todo lo que ha hecho y por todo lo que hace por nosotros en la actualidad. Los hijos de Dios se han identificado con Cristo, se han unido a él en una unión inmutable e irrompible. Nuestro bendito Señor se interesa profundamente en esta unión. Lo comprobamos al leer su oración como nuestro sumo sacerdote: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste... para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:20-23). De modo que vemos que nuestro Señor oró por esta unión con su pueblo, el cual él adquirió en la cruz, y que esta oración ha sido contestada, porque en la salvación somos uno en Cristo, ¡y él nos ha capacitado para perseverar hasta el fin en esa gracia y esa fe otorgada gratuitamente hasta el fin!

Lo repito. Las Escrituras declaran que esta unión procede de Dios nuestro Padre: “Por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios1:30).Efectivamente, fue el propósito y el plan del Padre desde la eternidad, el Hijo lo pidió en oración y lo compró en la cruz. Y 1 Corintios 12:12, 13 declara que el Espíritu Santo lo ha hecho eficaz en el corazón y la vida de cada uno de sus hijos. “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Lo diremos en palabras sencillas: “los que hemos sido salvos hemos sido bautizados en (o colocados) en un mismo cuerpo, y ese cuerpo es Cristo. Por lo tanto, vemos que estamos unidos a Cristo, quien es la “cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22, 23).

Romanos 7:14 habla de esta unión del creyente con Cristo como una unión matrimonial: “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”. ¡Qué hermoso — desposados con Cristo — entregados a él en el lazo de la unión matrimonial espiritual, porque nos hemos unido en esa unión inseparable del amor! Habiéndonos unido a Cristo en la unión santa del amor espiritual, habiéndole prometido nuestra lealtad para este tiempo y para la eternidad, habiéndolo aceptado para siempre, renunciando a todos los demás amores para aferrarnos a él toda la vida, ¿cómo podríamos pensar en un adulterio espiritual, y mucho menos, practicarlo? Él se ha ganado nuestro corazón con todos los regalos de su amor a nuestra alma. Sí, nos preserva por su obra continua como sumo sacerdote dentro del velo y su Espíritu que mora en nosotros. Y tenemos su promesa que viene para recibirnos para sí, para que donde él esté estemos también nosotros por toda la eternidad.

En vista de todo esto, pregunto: ¿Cómo podría yo abandonarlo a él o él a mí para volver yo al dominio del pecado? ¡Jamás! Él ha prometido guardarme hasta el fin sin mancha ni arruga, y guardarme sin caída delante del Padre celestial (Judas 24), quien me escogió para ser la esposa de su Hijo por la eternidad. Y esto para mí, es razón para cantar con gozo mis alabanzas a él, porque su Palabra me asegura que ahora ha redimido mi alma eterna de la fosa del infierno, me ha librado del cautiverio de Satanás y me guardará para siempre. ¡Nunca me dejará separarme de él! ¿Cómo? Por medio de su amor y su poder que me constriñen.

Ejemplos

Sucede lo mismo en la vida humana. Si uno ama a su esposa, no tiene necesidad de otra. Si ha abandonado a todas las demás por ella, entonces hay satisfacción y contentamiento, y esto hasta la muerte. Ahora bien, tal como el amor auténtico mantiene juntos al marido y a la esposa y los mantiene mutuamente fieles, así también en las realidades espirituales, el amor auténtico a Cristo nos mantiene fieles a él en ese voto matrimonial tomado en la salvación.

“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4). Si eso es cierto en la vida humana, podemos estar muy seguros de que también es muy cierto en la vida espiritual. Santiago 4:4 dice: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Efectivamente, Dios juzgará a los adúlteros que profesan estar desposados con Cristo y prostituyen su amor en la lascivia del pecado. Lo que Dios está afirmando es que ¡no eres salvo si vives en el pecado! ¡Eres su enemigo y vives bajo su ira!

Los siguientes versículos puntualizan nuestra unión con Cristo: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?” (1 Corintios 6:15). “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:30). Luego, en 1 Corintios 6:15 tenemos la pregunta: “¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera?” y sigue la respuesta: “De ningún modo”.¡Ni se les ocurra! ¿Por qué? Porque hemos sido comprados por precio. No nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a otro, a Jesucristo, nuestra cabeza y nuestro esposo.

En 1 Corintios 6:17 vemos que el hijo de Dios tiene una unidad de espíritu con Cristo, por lo tanto, no hará del pecado una práctica de su vida. En Romanos 8:35 vemos que el que es hijo de Dios tiene el amor de Cristo, por lo tanto no hará del pecado una práctica de su vida. O, como nos dice 2 Corintios 5:14: “El amor de Cristo nos constriñe” –nos sostiene. Y en Colosenses 3:4 está escrito que el hijo de Dios tiene la misma vida de Cristo en él, por lo tanto, no hará del pecado una práctica de su vida. Por último, vemos en Colosenses 2:10: “Y vosotros estáis completos en él”. El hijo de Dios está completo en Cristo, y no tiene necesidad de ningún otro, ni de ninguna otra cosa para tener gozo, felicidad, contentamiento y satisfacción mientras espera a su Amado del cielo, y, por lo tanto, no va a hacer del pecado una práctica de su vida.

Efectivamente, la Biblia está llena de razones por las que el auténtico hijo de Dios no va a hacer del pecado una práctica: está desposado con Cristo, y por lo tanto, está ligado por la ley del amor y del matrimonio. Está en Cristo, y, por lo tanto, tiene la mente de Cristo, tiene el Espíritu de Cristo, tiene el amor de Cristo, y aun la misma vida de Cristo dentro de él por medio del Espíritu Santo.

Aplicación

¡Gloria, aleluya y alabado sea nuestro Señor resucitado porque nos ha dado semejante evangelio, semejante redención, semejante liberación! ¡Un evangelio que nos libera en Cristo Jesús para andar en la luz! Él nos hizo sentar en los lugares celestiales en él mismo para que tengamos comunión con nuestro trino Dios en Cristo Jesús nuestro Señor. ¡Sí, este verdadero evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús permite vivir en el cielo mientras estamos todavía en la tierra!

¿Conoces este evangelio que libera al hombre de la ley del pecado y la muerte? ¿Has sentido alguna vez la obra del Espíritu Santo en tu corazón para convencerte del pecado, la justicia y del juicio venidero? ¿Nunca te ha presentado delante de ti tus pecados para mostrarte tu condición culpable ante Dios? ¿Nunca te ha enseñado el Espíritu Santo tu condición verdadera, que vives engañado, que tu corazón es engañoso por sobre todas las cosas y desesperadamente perverso? ¿Puedes recordar la convicción del Espíritu Santo, y cómo te postraste a los pies de Dios con un arrepentimiento auténtico, con aborrecimiento por tus pecados y un anhelo de santidad y justicia, un anhelo de ser librado del castigo y del poder del pecado y de la ira de Dios? ¿Puedes recordar cuando escuchaste el evangelio de la gracia de Dios, esas buenas nuevas de salvación y liberación en Cristo? ¿Te has acercado a él con fe, esa fe que el Espíritu Santo da para que le confíes tu alma eterna para este tiempo y para la eternidad?