lunes, 10 de octubre de 2011

Libre del castigo y del poder del pecado – Primera parte

L. R. Shelton, Jr.

1921-2003

"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” – Gálatas 6:7, 8

Trasladado al reino de la gracia

La inclinación de la vida del hombre tiene que ser hacia el Espíritu de Dios, de otra manera, no es salvo. Si siembra para su carne, de su carne segará corrupción. Leemos en Romanos 8:5: “Porque los que son de la carne, piensan en las cosas de la carne” y, en el versículo 6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte”. Esto se refiere a la muerte espiritual (la segunda muerte en el infierno), según Romanos 6:23; 8:6. “Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:8). Así que, si un hombre anda en el camino de la carne, no es de Dios. No agrada a Dios, sino que a sí mismo. Por otra parte, si uno vive según el Espíritu, se ocupa de las cosas del Espíritu, “y el ocuparse del Espíritu es vida y paz” en Cristo (Romanos 8:6).

La Palabra de Dios afirma claramente en muchos pasajes que cuando Dios salva al pecador en Cristo, dándole un corazón nuevo y una naturaleza nueva, lo saca completamente del reino del pecado (el dominio, el reinado y la soberanía del pecado), y lo traslada al reino de la gracia. Coloca al pecador redimido y salvo bajo el reinado de la gracia. Para comprobarlo, consultemos la ley y el testimonio de la Palabra de Dios en Colosenses 1:13: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. Aquí el apóstol Pablo les dice a los creyentes en Colosas que ellos, que antes pertenecían al poder y el reino de las tinieblas (de Satanás y del infierno), han sido trasladados (o transferidos) de ese reino al reino de Cristo bajo el reinado de su gracia. Así que, ya no están bajo el poder ni el dominio del reino del pecado y las tinieblas, sino que ahora están bajo el poder y el dominio del reino de la luz, del cielo y de la gracia, lo cual les fue concedido por el Dios soberano en Cristo.

También cuando escribe a la iglesia en Filipos, el apóstol Pablo dice acerca de los cristianos: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20). No nos dice que nuestra ciudadanía estará allí, sino que está ahora en los cielos. Somos una colonia del cielo viviendo en este mundo, pero nuestra ciudadanía ya ha sido determinada por la gracia de Dios en la salvación, obrada en nosotros por el Espíritu Santo. Y encontramos esta misma verdad en Efesios 2:19 –los creyentes ya no son “extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios”. En otras palabras, ha sucedido un cambio completo en nuestra posición. Hemos cambiado de reinos de una vez para siempre, de modo que ya no residimos en el territorio del pecado; y debido al hecho de que ya no vivimos bajo el dominio del pecado, el pecado ya no controla nuestro destino.

Antes de llegar a ser hijos de Dios por medio del nuevo nacimiento, estábamos unidos a Adán. Por el hecho de pertenecer a Adán y a su raza caída, todas las consecuencias de su pecado y sus acciones han recaído sobre nosotros. Pero si somos salvos, ya no estamos en Adán, ahora estamos en Cristo. Existen sólo dos posibilidades para cada persona que vive en la actualidad: estar en Adán o estar en Cristo. Éste es el mensaje total de Romanos 5:18, 19. Presta atención al leerlo: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación [el reinado del pecado en Adán] a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida [el reinado de la gracia en Cristo]. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores [el reinado del pecado en Adán] , así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos [el reinado de la gracia en Cristo]. Y en el versículo 17: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte [el reinado del pecado en Adán], mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, [el reinado de la gracia en Cristo]”.

Libres del poder del pecado

Lo que estamos diciendo es esto: ¡El evangelio de la gracia de Dios pone en libertad al pobre pecador cautivo! Queda libre tanto del poder como del castigo del pecado, porque ahora está en Cristo y en su reino. ¿Te das cuenta que el verdadero evangelio es “ poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16)? La palabra “poder” se deriva del vocablo “dunamis” que se refiere a dinamita. Así, esta dinamita del verdadero evangelio nos libra del pecado para andar en la vida nueva en Cristo. Cuando comparezcamos delante de Dios como pecadores perdidos, y escuchemos del tribunal del cielo la sentencia de nuestro destino –“el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:20)-- y nos sometemos a este juicio, sabiendo y reconociendo que somos pecadores que merecemos el infierno, luego, cuando escuchamos la predicación del evangelio –las buenas nuevas de liberación por medio de la sangre de Cristo-- y por el Espíritu Santo esto penetra nuestra alma, anhelamos este regalo de Dios en Cristo y clamamos para recibirlo. Por fe, vemos en Cristo y su evangelio una salvación completa que nos libra del pecado y todo su poder. Y nos lleva a confiar en él y alabarle por esta liberación que es para este tiempo y para la eternidad.

Mi amigo, ¿de qué sirve un evangelio si no presenta las buenas nuevas de liberación en Cristo? ¿O de qué sirve si no nos libra de lo que nos domina, nos ata y reina sobre nosotros, condenando nuestra alma al infierno? El verdadero evangelio libra a los hombres de la tiranía del pecado y rompe su poder. No les dice: “Pasa adelante en el culto profesando tu fe, dame la mano y pruébame por un día, una semana o un mes a ver si te va bien. Luego, si no lo puedes soportar, siempre puedes volver atrás para ser un cristiano carnal”. ¡No! ¡Ese no es el verdadero evangelio! El mandato del evangelio es éste: Acude a Dios con fe como un pecador arrepentido: Depone las armas de rebelión que has utilizado en su contra, luego, acércate a él (por medio del poder del Espíritu Santo que ahora obra en ti), lo harás aborreciendo el pecado y deseando al Señor Jesucristo, anhelando conocerle en su plenitud, conocer su poder y su liberación, y anhelando someterte a su señorío. Amigo mío, de esto se trata la gracia; y, por esta gracia, Dios te concede una salvación que no te dejará volver al reino de Satanás. La salvación de Dios te impedirá regresar al reino del pecado; porque esta gracia y este evangelio te domina, te guarda y te libera para este tiempo y para la eternidad, concediéndote gracia y poder por medio del Espíritu Santo que mora en ti a fin de que seas un vencedor en el Señor Jesucristo.

El reino de la gracia

Ahora bien, por medio del mismo evangelio que nos libra del reino del pecado, recibimos la garantía de la Palabra de Dios de que nuestros pecados han sido perdonados y que hemos sido trasladados al reino de la gracia y todo lo que significa en términos de poder. Porque el reino de la gracia es un reino muy potente, siempre produce ciertos resultados. Considera las siguientes preguntas: ¿No produjo el reino del pecado ciertos resultados? ¿Acaso no causó que la muerte se enseñoreara sobre nosotros? ¿No causó que pecáramos al hacernos odiar, blasfemar, matar, mentir, defraudar, robar, codiciar, envidiar y dar falso testimonio contra nuestro prójimo? ¿Acaso no nos llevó a hacer las cosas que desencadena la ira de Dios sobre nosotros? ¿No nos hizo ignorar nuestras convicciones y encaminarnos hacia el infierno? Claro que sí. Porque reinaba sobre nosotros. Era algo muy potente, era el soberano en el trono del corazón y teníamos que obedecerle. Del mismo modo, la gracia reina sobre cada hijo de Dios: “mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia“ (Romanos 5:20). Efectivamente, así como el poder y el dominio del pecado garantizan ciertos resultados, el reino y el dominio de la gracia garantizan más resultados todavía. Y estos resultados garantizan que mi salvación completa y definitiva está completamente asegurada. Garantiza que toda la dinamita y el poder tremendo del reino de la gracia están sobre mí y obran en mí, para llevarme al final, a la presencia de Dios, a un estado de absoluta perfección en la glorificación.

Dado que éste es el propósito del evangelio –romper el dominio del pecado y entronizar el poder de la gracia-- ¿seremos cristianos “carnales” y dejaremos el cetro en las manos de nuestra carne? ¡No! El propósito de la gracia de Dios que nos da en el evangelio es destruir al pecado con todas sus obras y todo lo que le pertenece (¡lo cual hará la mañana de la resurrección!). Porque Romanos 6:14 nos dice: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros”. ¿Por qué? Porque la gracia es mucho más poderosa. Donde abunda el pecado, sobreabunda más la gracia, ¡y este es el evangelio que la Biblia declara! Este es el evangelio de la gracia de Dios en Cristo que rompe el poder del pecado, nos libra y reina en nosotros, para que podamos andar en el camino de la justicia y la verdadera santidad. ¡Ningún otro es el verdadero, sino que es un evangelio pervertido! Por lo tanto, si estás viviendo en pecado, escondido detrás de una falsa profesión de fe, presentando excusas por tus pecados, y si el poder del pecado no fue roto a pesar de que dices que te convertiste, entonces te digo que, según la Palabra de Dios, estás perdido y no sabes nada del poder del verdadero evangelio de Cristo.

Es imposible seguir en pecado

Es más, esto nos lleva a Romanos 6:2: “Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos en él?” No podemos hacerlo. ¿Por qué? Porque la palabra “vivir” significa “continuar y morar”. Esto nos lleva a comprender que, en vista de nuestra posición (bajo el reinado de la gracia), ¡nos es imposible continuar viviendo una vida de pecado! Fíjate lo que dice 1 Juan 3:9: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. Esta profunda declaración significa que el que nace de Dios ya no sigue en una vida de pecado, o sea que no hace de él una práctica. No puede continuar bajo el reino del pecado porque su simiente (la de Cristo) permanece en él, es decir, la nueva vida de gracia en Cristo. Juan no está afirmando que el que ha nacido de Dios nunca puede cometer un pecado, porque si éste fuera el significado del versículo, no habría nadie en el cielo, ni habría ningún cristiano hoy sobre la tierra. No, lo que está diciendo es que tal persona no puede continuar viviendo en el reino del pecado. Nota la palabra “no”, o sea que es imposible. Nuestro Señor dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre”. Por lo tanto, considera todos estos pasajes y verás claramente que es imposible que un cristiano viva en el pecado, porque está bajo el poder de la gracia y vive en el reino de su fuerza poderosa. Porque el alma redimida se encuentra bajo la influencia y el poder de Cristo, no puede seguir viviendo donde vivía antes porque la misma gracia se lo impide.

Ahora bien, no estoy diciendo que la Biblia enseñe la perfección sin pecado, ni que nuestra naturaleza pecaminosa pueda ser erradicada en esta vida. Esto se debe a que el pueblo de Dios todavía tiene el pecado en la carne, tal como lo explica Romanos 8:10. Lo que está diciendo la Palabra de Dios es que el pecado reinó para muerte antes de que Dios nos salvara, ahora la gracia reina por medio de la justicia, y mayor es el Espíritu Santo que está en nosotros para hacer que la gracia abunde más dentro de nosotros que aquel que desde afuera (Satanás) cause que el pecado abunde en nosotros. El Señor dice más adelante en Juan 8: “Así que si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Esa es una libertad absoluta en la que interviene el Hijo, porque vino para darnos vida, y para que esa vida sea más abundante en él.

Este es el verdadero evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús, del cual dijo Pablo: “No me avergüenzo del evangelio porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Este evangelio no sólo hace posible que seamos salvos, sino que también nos da todo lo que necesitamos para guardarnos por toda la eternidad. Por lo tanto, dice Romanos 8:1 de los que somos salvos por el verdadero evangelio y la gracia de Cristo: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” para alabanza de nuestro Dios de gracia, ¡podemos decir que podemos andar, y andaremos, conforme al Espíritu, por su gracia!