lunes, 10 de octubre de 2011

Libre del castigo y del poder del pecado – Segunda parte

L. R. Shelton, Jr.

1921-2003

Romanos 6:1-4

Todo el capítulo 6 de Romanos está en contra del evangelio falso del cristianismo carnal. Después de considerar la pregunta del versículo 1: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”, el versículo 2 nos dice no, que los que somos salvos hemos muerto al pecado y ya no andamos en él, porque al salvarnos, el Hijo nos ha librado del pecado y del dominio de su poder. En el versículo 3 leemos que al ser salvos fuimos bautizados por el Espíritu Santo en Jesucristo; es decir, que fuimos colocados en Cristo, y, por lo tanto, fuimos bautizados (colocados) en su muerte. Todo lo que Cristo, nuestro Señor, hizo en su muerte como nuestro sustituto, ha llegado a ser nuestro, porque estábamos con él en la cruz. Cuando fuimos salvos por su gracia, todos los beneficios que resultaron de su obediencia hasta la muerte, han llegado a ser nuestros. Esto es lo que Dios hace por cada alma que salva.

En el versículo 4 leemos que en razón de que ha sucedido esto, hemos sido sepultados por el bautismo en su muerte (o colocados en su muerte) y tal como Cristo fue resucitado de la muerte por el poder del Padre, nosotros hemos resucitado con él para andar en una vida nueva. En consecuencia, el pecado ya no ejerce dominio sobre nosotros porque hemos muerto al pecado así como Cristo dio muerte a nuestro pecado que cargó en su propio cuerpo en el madero (vv. 9, 10).

Podemos comprender estas verdades que encontramos en Romanos únicamente por el poder revelador del Espíritu de Dios; pero, mi querido amigo, sólo si Dios tiene a bien revelarlas a nuestro corazón por medio de su Espíritu, ¡qué riqueza de verdades espirituales encontramos aquí! ¡qué caudal de su gracia ha derramado sobre nosotros! Lo que el Espíritu Santo nos está diciendo es: hemos sido hechos uno en Cristo. Del mismo modo que Cristo murió por nuestros pecados, hemos muerto nosotros a estos mismos pecados. Y ya no tienen dominio sobre nosotros, porque el reinado del poder del pecado ha sido roto.

Romanos 6:5

En el versículo 5 tenemos una vez más la declaración clara de la unión del creyente con Cristo en las palabras: “plantados juntamente con él”. Lo que el Espíritu Santo nos está diciendo aquí es (lo que para mí da por tierra al evangelio del cristianismo carnal): Puesto que hemos sido plantados juntamente con Cristo en su muerte, hemos sido plantados juntamente con él en su resurrección. ¡Oh, que tomáramos nuestra Biblia y leyésemos lo que Dios ha hecho por nosotros y nos ha dado en Cristo al salvarnos! Allí encontramos que los beneficios que hemos recibido por identificarnos con él en su muerte nos son asegurados por el poder de su resurrección. ¡Y esto no deja nada que se preste a equivocaciones en la salvación positiva que nos es dada en Cristo Jesús el Señor!

Pero este versículo 5 nos subraya otra gran verdad: Por haber sido plantados juntamente con él, produciremos el fruto de la santificación (v. 22), porque estamos unidos a Cristo en esa relación vital de ser uno. Si comparamos esto con Juan 15:5 donde nuestro Señor dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” podemos ver esta misma verdad de identificación con Cristo en esa unión vital de ser uno. Y si estamos unidos a él siendo uno, entonces tal como él está en el cielo, así estamos en esta tierra como peregrinos y extranjeros camino hacia la gloria. Por lo tamo, siendo un buen árbol, produciremos buen fruto, según Mateo 7:18. Lee este versículo con cuidado, y verás que “un buen árbol no puede dar malos frutos”. ¿Por qué? Porque está identificado con Cristo, el sufriente, en la muerte al pecado y en la resurrección a una nueva vida que da fruto para santificación.

Amigo mío, ¿has notado la frase “no puede” en Mateo 7:18? El buen árbol, que representa al hijo de Dios nacido de nuevo (uno aceptado por Cristo y unido a él en la unidad de la fe en la salvación), no puede dar malos frutos. ¿Por qué? Porque el buen fruto del Espíritu Santo es producido por la vida de Cristo en nosotros. ¡Oh, mi querido creyente, esto se refiere a nuestra posición en Cristo! Sí, considero estos pasajes como benditos, porque me dicen que dado que he sido identificado con Cristo en su muerte y resurrección, entonces también, en virtud de su vida en mí, tengo la capacidad de vivir una vida nueva con el poder del pecado habiendo sido roto ya, y producir fruto para santificación, a medida que Dios por su Espíritu me va cambiando de gloria en gloria a la semejanza de Cristo.

Romanos 6:6

Llegamos ahora al versículo 6 de este capítulo 6 de Romanos, que dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Primero consideremos la expresión: “Sabiendo esto” que, en mi opinión, es una evidencia más en contra del falso evangelio del cristianismo carnal. ¿Cómo? Por la enseñanza del Espíritu Santo cuando nos encontramos bajo convicción. Está diciendo aquí que esto es algo conocido, algo sobre lo cual todos tenemos que estar absolutamente seguros, por lo tanto, el Espíritu Santo dice: “Sabiendo esto”. Quizá preguntes: “¿Qué es lo que tenemos que saber?” Esto: que morimos al pecado en la muerte de Cristo, y que resucitamos en la resurrección de Cristo para andar en una vida nueva; y, por consiguiente, hemos llegado a ser nuevas criaturas en Cristo. ¿Sabías esto? ¿Vives siempre en la luz de este conocimiento? ¿Estás seguro de esto? Si eres salvo, tienes que estar seguro porque es una parte vital y esencial de nuestra salvación. Ahora contamos con el poder para despojarnos del comportamiento anterior del viejo hombre que está viciado por sus deseos engañosos, y vestirnos del nuevo hombre creado a semejanza de Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:22-24). Sí, porque el poder del pecado ha sido roto, podemos obedecer estos mandatos de no servir ya al pecado. ¿Obedecer perfectamente? ¡Ojalá pudiéramos! Esto es lo que los hijos de Dios anhelamos porque aborrecemos el pecado. No obstante, siendo salvos aprendemos de la Palabra de Dios y aceptamos por fe que ésta es nuestra posición en Cristo: ¡él nos ha librado del reino y de poder del pecado!

El Espíritu Santo nos enseña

Entonces, ¿por qué la mayor parte de la cristiandad no sabe de esta liberación del poder y del castigo del pecado? ¿Por qué tantos viven según la carne y no según el Espíritu? ¿Por qué ofrecen toda clase de excusas para andar en la carne y a favor del evangelio del cristianismo carnal? Amigo mío, lo que sucede es que les ha faltado la convicción que da el Espíritu Santo, porque si hubieran sentido la convicción que proviene del Espíritu Santo, habrían sabido de la esclavitud del pecado, y, por consiguiente, la liberación que él da. El Espíritu Santo les hubiera enseñado por medio de la convicción, las cosas que tanto humillan a la carne.

¿Cuáles son estas cosas que enseña las cuales humillan tanto a la carne? (1) Que tú y yo estamos destituidos de cualquier justificación o buenas obras que el Señor aceptaría (Isaías 64:6). (2) Que en nuestra carne no mora ninguna cosa buena (Romanos 7:18). (3) Que por naturaleza, tú y yo somos pecadores viles y miserables delante de Dios (Job 40:4; Apocalipsis 3:17). (4) Que tú y yo estamos destituidos de cualquier sabiduría espiritual (Romanos 3:11), y, por lo tanto estamos llenos de vanidad y orgullo (Salmo 39:5). (5) Que estamos destituidos de todo poder espiritual (Romanos 5:6), y, por lo tanto, no tenemos la capacidad de hacer algo bueno por nuestros propios medios (Juan 15:5). (6) Que tú y yo estamos privados de libertad (Isaías 61:1), y, por lo tanto, estamos vendidos al pecado (Romanos 7:14).

Además, el Señor nos enseña que somos esclavos de nuestras concupiscencias (Tito 3:3), y andamos según el consejo del diablo de cuya voluntad somos cautivos (2 Timoteo 2:26), porque, por naturaleza, somos de nuestro padre, el diablo (Juan 8:44). Esto es lo que Dios nos muestra bajo convicción, y, contando con este conocimiento, nos arrepentimos humillados ante Dios.

Amigo mío, lo que sucede es que bajo la convicción de su Palabra, el Espíritu Santo deja que la luz del glorioso evangelio de Dios ilumine nuestro corazón, manifestando la gloria de Jesucristo, y, por lo tanto, nos vuelve de las tinieblas a la luz, sacándonos completamente del reino de tinieblas para colocarnos en Cristo y en su reino. Esta es nuestra posición en Cristo por la obra de la cruz que él realiza en nosotros, y esto lo experimentamos por fe a medida que el Espíritu Santo nos enseña utilizando su Palabra. Gracias a esta obra entendemos por fe las palabras benditas de nuestro Señor en Juan 8:36: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Habiendo vivido en la esclavitud del pecado (¡sí, como esclavo!) ahora, por medio de la salvación en Cristo, el Espíritu Santo nos muestra por medio de su palabra, y aceptamos por fe, que hemos sido liberados (puestos en libertad) por el evangelio, el cual es poder de Dios para salvación. ¿De qué modo se efectúa esto en nosotros, y cómo podemos comprenderlo? Por medio de la obra del Espíritu Santo en nuestro corazón. Él obra el arrepentimiento en nosotros de modo que comparecemos ante Dios como culpables y con odio contra los pecados que hemos cometido contra Dios, y reconociendo que somos pecadores delante de él. Es también por medio del poder del Espíritu Santo a través del evangelio que creemos para vida y sabemos que Dios en su misericordia y gracia, ha perdonado nuestros pecados, cubriéndolos con su sangre preciosa; y nos ha dado un corazón nuevo y una naturaleza nueva, y, por lo tanto, nos capacita para poder andar en el camino de justicia y de auténtica santidad.

¿Qué es el evangelio?

Ahora bien, ¿qué es el evangelio? El evangelio es las buenas nuevas que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó el tercer día conforme a las Escrituras (1 Corintios 15:3, 4). Por lo tanto, basado en este evangelio, que es Cristo mismo y toda su obra, Dios puede ser justo en librar al pobre pecador que acude a él con arrepentimiento y fe, y Dios considera todo lo que hizo Cristo como algo que él, el pecador, ha hecho. Así es que por causa de la obra de Cristo y por medio del poder del Espíritu Santo, se efectúa esta liberación.

Por la gracia soberana y gratuita, el pecador es librado, primero, de la condenación del pecado, del castigo de la ley y de la ira de Dios, en la justificación. Isaías 42:7 dice que Cristo fue enviado: “para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casa de prisión a los que moran en tinieblas”. En Lucas 4:18, 19, Cristo dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”. También leemos en Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”.

Segundo, por medio del poder del verdadero evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús que obra en la salvación, hay una liberación del poder de Satanás. Esta verdad de la gracia se manifiesta en Colosenses 1:13 con estas palabras: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. En Hebreos 2:14, leemos que Satanás, quien tenía el poder de la muerte, ha sido destruido para el creyente, y que el que es el hijo de Dios no volverá a estar bajo el yugo del poder de Satanás (1 Juan 5:18).

Tercero, en la salvación por medio del poder del evangelio, el pecador es liberado del poder del pecado. Presta atención una vez más a Romanos 6:14, 18: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia... y liberados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”. Sí, nuestro Dios nos ha librado de una vez para siempre de la esclavitud del pecado por el derramamiento de su propia sangre preciosa, habiendo obtenido para nosotros la redención eterna. Sí, la redención es por medio de sangre y de poder. Cristo pagó el precio al derramar su sangre, y el Espíritu Santo, por su poder, nos da la experiencia de la salvación. ¡Esto es lo que el evangelio hace por nosotros! Por lo tanto, jamás volveremos a estar a la venta como esclavos, porque nos hemos convertido en hijos de Dios, herederos del Padre y coherederos con Cristo. Y nuestro cuerpo es ahora el templo del Espíritu Santo. ¡Esto es motivo para elevar nuestras preces a Dios!

Cuarto, por medio de su poder, el evangelio nos da un corazón nuevo y una naturaleza nueva a fin de capacitarnos para servir a Dios y andar por un camino que nunca hemos transitado antes: ¡el camino de justicia! ¡Causa que guardemos su Palabra! ¡Qué pensamiento tan glorioso! Todo el pueblo de Dios ha sido salvo y está seguro para siempre, debido al poder del Espíritu Santo que nos guarda y mora dentro de nosotros.

¿Sabes algo de este evangelio de gracia en Cristo, que nos libra del poder y del reino del pecado? ¿O has sido engañado por ese falso evangelio del cristianismo carnal que se manifiesta en meramente creer y no libra del poder ni del reino del pecado, y, por lo tanto, condena tu alma? ¡Fuera con ese evangelio tan falso! Venga el verdadero evangelio de la gracia de Dios que viene con poder para romper el pecado en nuestra vida y corazón, y nos hace andar en una vida nueva en el Señor Jesucristo.